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Rodeado por los ríos Duero y Tormes, Formariz siempre ha estado más aislado que el resto, lo que ha preservado sus costumbres y tradiciones aunque ello le ha perjudicado económica y culturalmente.
Sabemos que sus primeros moradores fueron los vettones, pastores guerreros que se afincaron allí por las ventajas defensivas que les proporcionaban los Arribes del Duero. Después, hasta el siglo XIII no se vuelve a documentar nada de la zona.
Sí que se sabe que en el siglo XII pertenecía a la Mesa Capitular y que el Cabildo Catedralicio tenía derechos económicos, sociales, políticos y administrativos sobre el lugar.
Durante siglos fue realengo o dehesa y estuvo siempre en manos de terratenientes. Hasta que, a principios del siglo XX, un sólo hecho puso en jaque al pueblo, que decidió librarse de los abusos comprando el pueblo entero.
Lo que ocurrió fue que, uno de los lugareños llamados Francisco Alejo, El Tío Francisquito, murió de un tiro en la cabeza por parte del amo de la dehesa. Su delito fue que había decidido plantar bellotas para que naciesen encinas. El problema es que no se podía cortar ni una rama de los árboles jóvenes que iban creciendo. Francisco Alejo fue a arar con sus vacas un día y cortó una rama para hacerse una aguijada. El capataz del amo lo vio y discutieron. El montaraz iba armado y le pegó un tiro.
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